EL FIN

Doce menos veinte.
El taco aguja de la rubia sonaba sobre la acera: oscura, mojada; el sonido viajaba zigzagueando hasta estrellarse en mis oídos y retumbar en mi cráneo. Mis ojos respondieron girando hacia el callejón. Hacia la rubia hermosa. Mis ojos no podían escuchar ese zigzagueo, por eso tuvieron que moverse para verlo…
tac tac tac la rubia se aproximaba…
tac tac tac la rubia sonreía…
tac tac tac la rubia me hablaba…
(No pidas que cuente el final)
Su voz estaba congelada, salía de su boca roja como un haz de hielo, una línea muy fina color azul. Azul como sus ojos.
¡Demonios! Es realmente hermosa.
Me hablaba con esa mirada extraña, no sabía si hablaba en serio o se burlaba de mi totalmente con su cuento de la soledad y la tristeza. El cuento que parecía estaba leyendo en mi frente, en mis ojos, en mí.
(No pienses en el final)
Su pulso tembloroso guiaba cuidadosamente un bolígrafo sobre la piel de mi antebrazo. Que fácil, que rápido, dar el número a un extraño, en medio de la noche, en medio de esos edificios, con esas gentes dentro que huelen a podrido, y en cambio ella, suave, frágil deteniéndose de mi mano y dejando de escribir, guardando lentamente el bolígrafo y llevándome hacia un edificio.
-Vivo aquí, entra.
De nuevo el taco aguja sonaba.
Tac tac tac escaleras.
Tac tac tac una puerta.
Tac tac tac una cama.
(¡No leas el final, pierde toda la gracia!)
La rubia sigue conmigo, sus manos aún son temblorosas, su voz aún es una línea muy fina color azul.
Pienso que viviremos felices por siempre.
(Un momento, eso ya lo había leído antes, ¡diablos!)